martes, 8 de enero de 2008

Erase una vez un cuento...

Giusepe el bocas, era uno de aquellos tipos que había nacido con el don de los negocios, nacido a las afueras de la ciudad en una de las numerosas chabolas, desde muy niño ya destacaba por la facilidad de venderle cualquier cosa a los demás, así empezó a vender los trastos que no quería nadie, como piezas de recambio para diversos utensilios, con dos ruedas y cuatro hierros junto con un papel con cuatro garabatos pintados, era capaz de convencer a cualquiera, de que era una bicicleta montable venida de Groenlandia con un manual de instrucciones. Así fue transcurriendo su vida hasta que un día, ya maduro y curtido por una mediana edad, se le presento la oportunidad de entrar en una fabrica, fue allí donde mejor demostró sus dotes y empezó a subir en los cargos de la empresa, desde el mas pequeño hasta el de encargado general, gracias a su facilidad de palabra y a una no menos habilidad para encontrar culpables, facilidad que le venia dada por el dedo índice de su mano derecha, pues siempre señalaba en la dirección idónea a sus no menos importantes intereses.
Lo había conseguido, tenia todo cuanto había deseado, pero algo mucho mayor que el, le producía un inmenso miedo; no podía permitirse el lujo de relajarse, "¿que pasaría si lo perdiera todo?" se preguntaba constantemente. Así que a pesar de todo lo que tenia seguía siendo igual de marrullero que de niño, tenia que conservar a toda costa lo que había conseguido, y el don que poseía, del que había sido dotado, le seguía ayudando, ya no vendía hierros o trastos, ahora tan solo convencía a los demás de que era su salvador, tanto se metió en su papel, que por un momento llego a juzgar y sentenciar a todo aquel que no seguía sus designios, despidiendo sin atender a mas razón que la suya, pues solo algunos que suplicaban su salvación, fueron gratificados con una segunda oportunidad. Hasta que un día , sin previo aviso, la fabrica fue absorbida por una mas grande y recibió una carta que ponía: " ya no precisamos de sus servicios". Recobrando la humildad, al recibir lo que el tantas veces había hecho a los demás, despedido, volvió a sus orígenes. Hoy en día vende chatarra en un desguace. fin

2 comentarios:

azazel dijo...

..ay Giusepe, las vueltas que da la vida jaja..como siempre un interesantísimo relato Noctambulus..gracias por tu comentario hermano, que razón tienes..¿de que sirve el mensaje si no se entiende?..ya tomé cartas en el asunto jeje..gracias por ayudarme a mejorar mi rincón..salud kolega!

Lylbathy dijo...

Relato que da que pensar, ambición y poder es lo que desean algunas almas, aquellas que algún día olvidan sus orígenes o sus primeros pasos, que aunque lo hayan conseguido todo, olvidan el esfuerzo que les ha costado. La humildad es algo que jamás debería perderse en un simple recuerdo, pues la vida es como las montañas, unas veces subes y otras bajas, y ya lo dicen por ahí, cuanto más subes más grande puede ser la ostia. Me recuerda algo a una fábula que leí hace poco sobre Ícaro, por la ambición de llegar a más y más, de poseer y no conformarse con la simple huída, el cual era su propósito, se le quemaron las alas y se pegó tal ostia que aún se pueden oir sus gritos en las profundidades marinas. Que el mar arrastre estas rosas negras hasta tu morada y no deje naufragar estos besos con gotas de sangre.